Leo en un blog un viernes a las 5 de la
mañana “La belleza es lo honesto, lo esencial. Cuando nada sobra y
todo está justificado el objeto es bello. Lo demás es histeria".
Bien, a día de hoy no podría estar más de acuerdo. Leo una crítica
de la película Diamond Flash un viernes a las cinco y diez de la
mañana que habla de los patrones narrativos que esta película se
salta una y otra vez. Escucho Stinger de Razorlight y pienso en la
noche amarga casi insulsa en la que he ido a ver REC3 con un amigo y
sus colegas y donde no he parado de hablar. Yo y todos ellos. Donde
el ruido de todas nuestras voces saturaban la belleza de la vida. No
éramos honestos y éramos histeria. Estamos locos por contar un
montón de cosas para no escuchar ese silencio que verifica nuestra
vacuidad. A veces me doy ascopena de lo mucho que me esfuerzo. Tengo
miedo de ser irrelevante, de dejar de oirme pensar. Tengo demasiado
miedo de morir y a la vez demasiado de construirme una serie de
problemas y puzles para no pensar en ello.
Pienso en una mirada limpia de
felicidad. Una mirada que tardé mucho en ver, no sé si porque
estaba oculta o porque no quería verla o las dos cosas. La imagen en
realidad son unos rayos de luz que caen sobre unos mechones de pelo,
parte de la mejilla derecha, un ojo y un trozo de labio y es tan
hermosa que duele. Duele tanto que el baile de endorfinas es perfecto
e infinito y esa parte peor de mi huye y se escapa en problemas
tontos. En excusas, en pasado y en consecuencias. Estoy tirando de
una cuerda que me mantiene a salvo en mi isla pero que se está
desgastando y cada vez tiro más fuerte.
Pero más que eso, es el sentir parejo,
lo gemelo, lo más que complementario. Encontrar el fin en una unidad
esencial que son dos que somos. No poder parar de hablar para
encontrarse con un colchón de contingencia que me abraza. Recibe
golpes que conoce, pero no juzga. Ni opina. Ni nada. Decir, en su
caso, Es. Pienso en unos pies que buscan prevenirse de arañas. De la
poesía implícita y maravillosamente insconsciente de este hecho. La
maravilla constante y la sonrisa constante. Y en que no puede ser
fruto de la casualidad que sean los sentimientos puros la fuente de
su búsquema, una vez más, inconsciente. Necesariamente ha sufrido y
necesariamente no ha llorado. Aunque sí se le ha quebrado la voz. Se
le ha enturbiado la sonrisa y no puedo soportarlo.
Pero en realidad esta noche se resume
todo al final de Six Feet Under. A la serie en sí, a quien me la
quiso descubrir, a quien quiso jugársela inconscientemente a esa
baza y la ganó. Hipar y quebrar y luchar por salirme de mí misma,
de no querer... a la vida y... a unos brazos que me protegen de ese
no querer seguir aquí y que no me explican nada con palabras porque
las palabras no significan nada. Por saber todo esto. Por innatamente
Ser.
Por obligarme a mirar a la felicidad a
la cara, por no dejarme refugiarme en la tristeza. Por estar todo el
puto día sonriendo. Por no dejarme crearme mis problemas. Por
alegrarte por mi, por tenerme por relevante. Por ser la criatura más
bella, más honesta y más esencial y por ser para ti algo de lo que
merece la pena hablar. Supogo que es eso, sí.
1 comentario:
Interesante... antes no había comentarios, y ahora hay un comentario...
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