domingo, 9 de diciembre de 2007

Parte primera


Silencio.
Sólo una bruma ínfima que me atrapa. El cielo es gris y azul añil. Serán, las 9 de la noche. No lo sé.
Qué me importa.
Estoy descalzo en este suelo descascarillado. Me quema en las yemas. Me acurruco contra la pared de cal. Se me pega en el cuerpo desnudo. No me deja respirar con tranquilidad. Me estoy ahogando en la presión de la atmósfera, tan quieta y amenazante. Me ahogo porque sí. De cuclillas, observo lo que me rodea. No me convence. No es que tenga miedo, es que no puedo dejar de pensar que estoy a punto de ser devorado por un depredador.
Dos gotas de lluvia golpean la palma de mi mano. La observo. Parece tan blanca, por la cal y por mi color de piel que no puedo, por más que lo intento, liberarme de esta impresión de estar muerto. Al caer el agua, se han deslizado y dibujado por lágrimas derramadas. Alguien en el cielo llora por mí. Miro al cielo. Tan grisáceo y apagado. Con las nubes tormentosas gritando violencia, tan rugosas y deformes, caóticas y deslumbrantes. Poderosas.
Me intento levantar, con el peso de mi cuerpo como dificultad añadida. Desfallezco, ya lo sé, pero he de moverme, o me descubrirá.
Cojo una piedra del suelo. Es larga y afilada, es la punta de una lanza. La que debió usar algún otro luchador antes de dejar aquí lo poco que quedaba de él.
Todo el cuerpo me duele. Parece que hubiese sido arrojado contra los muros antes de perder el conocimiento. Antes de dejar de ser quien era hasta esta mañana. Descubrirme en este entorno hostil ha sido lo más terrorífico que me ha pasado jamás.
Muevo mis pies. La lluvia ya azota mi nuca. El viento la arrastra con fuerza hacia mí. Ahora voy corriendo, casi galopando por entre las rocas. Huyo. Un espasmo neuronal agita mi interior, que me habla sin yo entenderlo, pero me avisa de lo venidero. En zig zag me muevo, en el mayor silencio, oteando por cualquier escondrijo, por cualquier arma o escudo. Por la salvación. Sigo corriendo, molestando al suelo, que rezo porque este tampoco tenga vida, como todo lo demás, que parece que despierta con el crujir de mis pisadas.
Ahora sí estoy seguro. Esto es una alarma, me están viendo, contemplando mis ridículos esfuerzos contra el destino. Contra lo que tiene que ser como siempre ha sido. Las palabras sobran, aquí se habla con el sentimiento, y éste está colapsado por el horror.
Parece que suenan tambores de guerra en mi cabeza. Todo se despierta, este escenario no termina y son un todo contra mi pequeño ser.
Una roca pasa por encima de mi hombro y me golpea. ¡CORRE!
Ahora huyo despavorido, no puedo pensar, solo dar pasos atropellados hacia adelante. Esquivo los golpes, esquivo las plantas que se enrollan en mis pies, esquivo esta lluvia torrencial. No puedo ver más allá de 30 pasos, una niebla oscura se ha formado a mi alrededor.
El miedo se agolpa en mi columna vertebral. No me deja casi respirar. Mis pulmones se derriten por el calor asfixiante. Sigo corriendo sin mirar atrás, terminando con la distancia entre el horizonte y yo. Todos los instrumentos que tiene la naturaleza están contra mí. La atmósfera suicida se va haciendo más y más pequeña, para comprimir mi cuerpo en dolor.
Estoy sólo, y abrazaría cualquier signo de amor que me encontrara ahora mismo.
Mis padres, mi hermana, mis amigos...nada de eso importa ya, sólo sobrevivir del terror de este infierno.
Un gran árbol se ha movido en medio del camino. Sus raíces se enroscan en mis piernas. Me ha atrapado.
Este monstruo de 5 metros tiene una fuerza colosal. Me aplasta contra sí con tal fuerza que me van a estallar las sienes. Ahora puedo confirmar que es falso lo que se suele decir que cuanto más dolor menos se siente.
Pero para mi sorpresa, todas las plantas vuelven a su posición original. La lluvia cesa, la bruma desaparece.
Mi entorno vuelve a ser el de antes, con el mismo silencio y el único cambio de un intenso olor a tierra mojada, y que estoy colgando a 4 metros del suelo de una rama que abraza mi cintura con relativa suavidad…


1 comentario:

Unknown dijo...

Como lectores (y desde la humildad), te comentamos que este tipo de frases, de 3 en 3 en un cómic de Frank Miller quedan de puta madre, pero así juntas pierden mucho.